Y escuchas su nombre,
en la boca de otros hombres, en lugares ajenos.
Con cierto encanto, se te escapa una sonrisa del recuerdo,
pequeña parada de miocardio.
El siguiente paso será enojarte contigo mismo,
cuando le dices adiós a algo que amas con cierto egoísmo.
Solo eres capaz de intentar alcanzar el susurro de sus labios calientes, el abismo.
Observas como se eleva lentamente, tú, le enseñaste a volar,
recorrerá por el cuerpo una sensación de abstinencia formal,
se quedará inerte, a tu casa llamará el vacío.
Una mañana, como otra cualquiera, ya no estará
lo has abandonado en cualquier lugar,
recorrerás sitios y te sentirás vivo,
como un volcán que vuelve a erupcionar.
Mientras antes comprendas, que es ley de vida,
a todo le llegará su momento de marcharse, no podrás rebelarte.
Siempre te quedará la soledad, amante fiel
el recuerdo de lo pasado, siempre amargo
y esa pequeña sonrisa, al escuchar su nombre.
Varo
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