Pasaban las semanas y yo seguía
con mi vacío existencial, lo visto en Internet fue solo un pequeño aperitivo
que no pudo sofocar mis ganas de comerme el mundo. Todos los días me preparaba
para ir a la facultad, bajaba las escaleras de mi bloque de pisos, saludaba a
la limpiadora y esperaba en la parada de bus a mi amigo Fer para ir juntos
viendo por la ventana del bus el mismo paisaje diariamente una y otra vez. Recordando
cada hoja, cada bache y cada rama de árbol.
Las clases se hacían eternas, los
profesores competentes se encuentran en peligro de extinción por la
reproducción masiva de especies
invasoras tales como lectores de diapositivas con un título de doctorado o, por
otro lado, profesores titulados enchufados que no dan un palo al agua. ¿Por qué
no darán lecciones sobre su experiencia en el mundo laboral, o por lo menos
hacer un mínimo esfuerzo en transmitirlas?
Si no fuera poco con la pesadez
de las lecciones, ella no me hacía caso, rehuyéndome la mirada y haciendo
méritos para que me olvidara completamente de ella, dejándome caer que estaba
fuera de mi alcance, centrándome en mi propio mundo interno.
Esta monotonía estaba acabando
conmigo. Después de la facultad comía y quedaba con mi amigo Fer con el que
dialogaba sobre todos mis supuestos rompecabezas a los que el siempre restaba
importancia alegando que: ’’Ya habrá tiempo para todo, peazo cabrón’’. La
verdad que esta respuesta no me resultaba nada tranquilizadora por mi parte, ya
que quería cosas y las quería ipso facto. Cosas incluso que deberían madurar
con el tiempo en paralelo con mi persona, y del que el solo hecho de no poder
tener entre mis manos me quemaba por dentro.
Intentando esbozar la respuesta a
¿Es esto realmente lo que quiero?, podemos decir que en un principio no sabía
lo que quería, pero una cosa sí tendría claro. Esto no era el estilo de vida
que me quitaba el sueño por las noches.
Debería empezar de cero,
formatear mi vida incluso, y para ello sería necesario dejar todo atrás, mis
nervios, mis miedos, mi gente y sobre todo esos pensamientos negativos.
Pensando en la mejor forma de realizar esa ardua tarea decidí coger la mochila
y llenarla de objetos básicos que me sirvieran en el día a día como latas de
conserva, ropa de abrigo, agua, saco de dormir y aislante. No podría faltar la
foto de mi difunto padre que por siempre me hará compañía allí donde quiera que
fuera. Todos estos preparativos no serían sino el comienzo de la huida del nido
familiar hacia la meca del conocimiento, no sabía dónde ir pero supuse que mi
instinto me guiaría. Cogí papel y boli y me dispuse a escribir una carta a mi
querida madre y a mi pobre hermana la
cual recogería las siguientes palabras: ‘’ Mama, si estás leyendo esto es que
he tomado una decisión, no sé si será buena o mala ni que repercusión tendrá en
el futuro, pero de una cosa estoy seguro. No volveré a casa hasta no sentirme
completo’’.
La noche posterior coloqué la
carta en el salón de mi casa con intención de que mi madre la leyera nada más
irse a trabajar, y con gran sigilo y todo el equipamiento anteriormente
descrito me dispuse a abandonar la casa que fue mi hogar durante 18 años. Abrí
el pestillo de la puerta principal, salí a la calle en la que pude contemplar
por última vez aquel acogedor lugar que sin duda extrañaría demasiado.
Finalmente me di la vuelta y
empecé a caminar dando la espalda a la mayoría de mi pasado.
"El mundo no me comerá a mí si yo soy el
primero que le pega el bocado" pensé.
Leibniz.
Comentarios
Publicar un comentario