¡Qué risa más suave y dulce!,
exclamó, mientras se perdía en sus facciones,
y en sus confitadas acciones.
¿Dónde estabas?, Preguntó, el poeta exorbitado,
ella, respondió con una risa, un poco descuidada,
¿No recuerdas, poeta obstinado, que me tenías abandonada,
enganchado al placer y a las relaciones abocadas?.
sumergido en la duda que se presentaba, dijo
¿Qué puedo hacer, para recuperar tu amor agridulce?
ella, un poco despechada, se acostó en su diván.
Cariño, ámate y olvídate de amores que arrastrarán
por el suelo, tus apreciables sueños.
Eres tú, quien debes comprenderte y quererte,
elevar este raro amor inerte,
que vierte aguardiente.
¿Quién quiere a la suerte?.
Pues nunca te abandonaré,
incluso a la muerte,
te acompañaré.
recitó, la lujuriosa amante,
mientras se inclinaba a besarle.
El poeta encandilado, la desvistió suavemente,
entretanto, le acariciaba la pureza de su tez,
¡Qué insensatez!,
haberte abandonado por cualquier placer.
A partir de ese momento,
empezó a consumir amor propio,
como si de opio, se tratase.
-Varo
Comentarios
Publicar un comentario