¡Qué risa más suave y dulce!, exclamó, mientras se perdía en sus facciones, y en sus confitadas acciones. ¿Dónde estabas?, Preguntó, el poeta exorbitado, ella, respondió con una risa, un poco descuidada, ¿No recuerdas, poeta obstinado, que me tenías abandonada, enganchado al placer y a las relaciones abocadas?. sumergido en la duda que se presentaba, dijo ¿Qué puedo hacer, para recuperar tu amor agridulce? ella, un poco despechada, se acostó en su diván. Cariño, ámate y olvídate de amores que arrastrarán por el suelo, tus apreciables sueños. Eres tú, quien debes comprenderte y quererte, elevar este raro amor inerte, que vierte aguardiente. ¿Quién quiere a la suerte?. Pues nunca te abandonaré, incluso a la muerte, te acompañaré. recitó, la lujuriosa amante, mientras se inclinaba a besarle. El poeta encandilado, la desvistió suavemente, entretanto, le aca